Como ya sabéis, tengo desde muy temprana edad una tara, un defecto, una anomalía. Adolezco de una carencia que he ido arrastrando todos estos años y que ha hecho de mí un ser incompleto. Y no es ni más ni menos, que no había visto hasta ahora ni una sola película de la saga más famosa del cine, “La guerra de las Galaxias”. Cuando se estrenó allá por la década de los 70, por alguna extraña razón no fui a ver el film, y por tanto perdí el tren de enganche a la saga. No vi ninguna de las de entonces, las englobadas en el paquete “El Imperio” ni de las de ahora, parte denominada “La República”. Mientras todos mis amiguitos comentaban las impresionantes azañas de Luke Skywalker, Han Solo y de los graciosos robotitos, yo tenía que arrinconarme apesadumbrado en alguna esquina, pues no podía participar de esas entrañables y apasionadas tertulias de patio. Sin embargo había algo que me llamaba la atención sobremanera. Algo que no podía entender cuando caía en mis manos algún cromo de las colecciones que abundaban por entonces. Mi asombro se reducía a lo siguiente: ¿Cómo era posible que la protagonista, Leia Organa, la princesa del Imperio, salvadora de las galaxias, fuera tan sumamente fea? ¿Es que no había más actriz que Carrie Fisher para despertar nuestras infantiles hormonas?
Pero por fin creo haber despejado esta duda que me asola desde hace tantos años. El pasado fin de semana, vi parte de “El Retorno del Jedi”, y aunque no sé si es la mejor manera de comenzar a integrarme en el club de Star Wars, era lo que echaban por la tele, y decidí poner fin a mi problema. Reconozco que me costó un poco seguir el hilo de la trama, pero rápidamente comprendí que se trataba de un culebrón galáctico, con el malo más malo llamado Darth Vader, siendo el papá no sólo de ese Leif Garret con espada láser en vez de monopatín que es Luke, sino también de la propia princesa fea, por lo que ambos son hermanos. Me asusté, porque yo creía que el rubito se había cepillado a esa Dama de Elche de las galaxias en la primera entrega, pero ya supongo que no sería así. En definitiva, y a lo que iba, es que comprendí finalmente de donde venía esa fealdad de la Organa, cuando Darth Vader en el final de la película se quita su máscara y aparece ante nosotros una especie de glande o capullo con ojos en el que a su lado el fantasma de la ópera parecería Míster Universo. De tal palo tal astilla y duda despejada. Deseoso estoy de ver alguna otra parte de la doble trilogía a ver si resulta que Chewbacca se “entiende” con Obi Wan Kenobi en los viajes intergalácticos o que R2D2 es cuñado ilegítimo del Yoda.
Pero por fin creo haber despejado esta duda que me asola desde hace tantos años. El pasado fin de semana, vi parte de “El Retorno del Jedi”, y aunque no sé si es la mejor manera de comenzar a integrarme en el club de Star Wars, era lo que echaban por la tele, y decidí poner fin a mi problema. Reconozco que me costó un poco seguir el hilo de la trama, pero rápidamente comprendí que se trataba de un culebrón galáctico, con el malo más malo llamado Darth Vader, siendo el papá no sólo de ese Leif Garret con espada láser en vez de monopatín que es Luke, sino también de la propia princesa fea, por lo que ambos son hermanos. Me asusté, porque yo creía que el rubito se había cepillado a esa Dama de Elche de las galaxias en la primera entrega, pero ya supongo que no sería así. En definitiva, y a lo que iba, es que comprendí finalmente de donde venía esa fealdad de la Organa, cuando Darth Vader en el final de la película se quita su máscara y aparece ante nosotros una especie de glande o capullo con ojos en el que a su lado el fantasma de la ópera parecería Míster Universo. De tal palo tal astilla y duda despejada. Deseoso estoy de ver alguna otra parte de la doble trilogía a ver si resulta que Chewbacca se “entiende” con Obi Wan Kenobi en los viajes intergalácticos o que R2D2 es cuñado ilegítimo del Yoda.
2 comentarios:
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Te va a molar Paquito.
Si te sirve de consuelo, yo vi ET, el del dedito, con 33 años. Y es verdad que visto después de su época resulta bastante pobre.
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