3. LA FIESTA DEMOCRÁTICA
El alcalde nos traspasó sus poderes y se largó con viento fresco hacia otras tierras, como habían hecho casi todos los concejales, el maestro, el médico, el cura el veterinario y muchos vecinos traidores a la patria que hacía tiempo que ya nos estaban sobrando. Y se exiliaban por menudencias y tonterías, total por unos cuantos incendios en sus viviendas, amenazas a sus familiares y algunas palizas esporádicas. Los muertos que comenzaron a aparecer en extrañas circunstancias, también favorecieron esta diáspora.
Pero como nuestro partido es un partido ante todo democrático, que cree en la justicia, en la libertad y en los derechos humanos, lo primero que hicimos cuando el alcalde abandonó cobardemente su puesto, fue convocar nuevas elecciones, porque queríamos que realmente el pueblo se manifestara. Creíamos francamente en que la soberana voz popular era la que tenía que ratificar nuestro imparable ascenso al poder. Como siempre, desde el maldito centralismo madrileño pusieron trabas a nuestro proyecto diciendo que no podíamos convocar elecciones cuando nos saliera de las narices, y que teníamos que esperar a que se convocaran en toda la Comunidad cuando tocara. Pero hacía tiempo que no sólo habíamos perdido la fe en las leyes y la justicia madrileña y española sino que además ni la reconocíamos ni la aceptábamos, y por tanto nos dedicamos a preparar los comicios.
Como somos un partido muy organizado, y con ganas de hacer bien las cosas, cogimos el censo electoral y fuimos casa por casa con una brigada de BERZAS, preguntando a cada ciudadano lo que iba a votar, y a comentarles las ventajas de que votaran a nuestro partido y los inconvenientes de que no lo votaran.
Se consiguió crear un clima muy favorable para nuestro sagrado fin de liberar a nuestro pueblo de la opresión fascista. Los traidores, los que no eran verdaderos patriotas, y por tanto no debían tener ningún derecho como ciudadanos de nuestro pueblo, pronto fueron despareciendo de las calles, de los bares, de las tertulias al sol en la plaza. Sabíamos quienes no nos eran fieles, y por ello tenían que esconderse como ratas en sus casas. Ya no podían desahogadamente criticar nuestros ideales, discrepar de nuestro programa, lo que por nosotros era considerado alta traición.
Gracias a este favorable clima, se produjo una conversión en masa a nuestra doctrina, y es que cuando uno va con la verdad por delante, la justicia pocas veces se puede resistir. Sabíamos que muchos no estaban convencidos del todo, pero viendo que era muy incómodo y muy duro estar en nuestra contra, el subconsciente rápidamente trabaja, y como un mecanismo de defensa les decía: “Bueno, no está bien lo que le han hecho a Fulanito, quemándole la casa y todo eso, pero claro, en el fondo tienen razón, si nos han estado oprimiendo durante tanto tiempo, pues habrá que luchar, digo yo…”. De manera que en poco tiempo tuvimos a parte de la población convencida, y otra gran parte que callaba y no molestaba. Además, las nuevas generaciones ya iban siendo adoctrinadas en los colegios, donde conseguimos cambiar radicalmente el sistema educativo. El resto, las manzanas podridas se fueron yendo casi todos del pueblo, y el que no se iba ya sabía lo que le tocaba.
Así las cosas, convocamos las elecciones. Y los resultados no pudieron ser más espectaculares y clarificadores. Conseguimos un 60% de los votos. El pueblo Bonnelandés había hablado. Se había manifestado democráticamente en las urnas. Quería nuestro proyecto, deseaba la liberación de nuestra tierra, ansiaba transitar por nuevos y esperanzadores caminos. Ya no se reían tanto de nosotros, ya no nos decían que éramos unos payasos y unos falseadores grotescos de la realidad. Bien es cierto que fuimos el único partido que se presentó, porque las demás candidaturas no tuvieron el coraje de combatir democráticamente en las urnas, de medir sus fuerzas con nosotros en la gran fiesta democrática de las elecciones. ¿Que se habían ido del pueblo la inmensa mayoría de los que otrora se presentaban por los partidos tradicionales? Eso era un problema suyo en el que nosotros no entrábamos. Allá cada cual.
Investimos al Maestro Agustinsson como nuestro nuevo y flamante Burgomaestre -sustituimos este término por el de alcalde ya que era mucho más acorde con nuestras raíces nórdicas-, la enseña de nuestro partido pasó a presidir la casa consistorial, designamos el día de las elecciones como el Día de la Liberación, rebautizamos nuestro municipio como Bonneland, cambiamos todos nuestros nombres en nuestras partidas de nacimiento y en todos los registros municipales, sustituimos los nombres de las calles, de las montañas, de los ríos.
Si hasta ahora se habían producido sustanciales cambios en la vida de nuestro pueblo, a partir de aquí la transformación fue radical. Empapelamos todo el pueblo con nuestra bandera y con la imagen de nuestro Maestro, colocamos megafonía en todas las calles donde se podían escuchar cantos regionales noruegos, consejos políticos y marchas patrióticas bonnelandesas, conseguimos tener nuestra propia televisión local, la VAINA-TE-VÉ, donde se emitían programas sobre política, documentales históricos de nuestro país, debates sobre la realidad de nuestro pueblo desde distintos puntos de vista –desde el punto de vista del Burgomaestre, del concejal de cultura, del Secretario General del Partido…-. Creamos nuestra red de Vainatabernas, donde principalmente los jóvenes eran aleccionados en el programa, regados con buenas dosis de morapio para que consolidara mejor el mensaje, y la exaltación y euforia que se producía era un elemento muy valioso cuando convocábamos marchas, manifestaciones o reuniones en la calle más o menos espontáneas. Su carácter jovial y travieso nos ayudaba mucho en nuestra tarea, aunque los destrozos causados nos costaban un buen pico.
Mejoramos en materia lingüística, creando nuestro propio idioma, el Vainés, que era una especie de noruego pero con algunos giros, expresiones y modismos que lo hicieran encajar mejor en nuestra particular idiosincrasia, y que fuera más fiel al idioma originario de esta zona. Esto fue provocado porque todos los profesores de noruego que teníamos, abandonaron sus quehaceres de la noche a la mañana, y pusieron pies en polvorosa a sus frías tierras. Otro motivo para esto fue que el gobierno Noruego no quiso reconocer nuestro pueblo como un estado federal de su país, así que cortamos relaciones. Pues buenos éramos nosotros.
Fueron tiempos gloriosos, memorables, increíbles. Habíamos conseguido nuestro sueño, nuestros ideales se consolidaban. Habíamos demostrado que las cosas, si se quieren hacer, se hacen.
4. LOS RESULTADOS
Sin embargo en poco tiempo todo se vino abajo. Por un lado, una parte de los BERZAS se escindieron de nuestro partido, porque reclamaban más protagonismo en los éxitos cosechados, así como su parte de la tarta, lo que creó una serie de tensiones que no supimos resolver. Pero el principal problema era precisamente el de la tarta, que dejó de existir. Comenzamos a tener dificultades económicas cuando dejaron de entrar todas las subvenciones europeas, porque alegaban que no cumplíamos con los requisitos mínimos legales. Ya no había dinero para agricultura, ganadería, medio ambiente, nada. También se pararon las inversiones estatales y de la Comunidad. Todos los empresarios habían abandonado hacía tiempo el pueblo, y no se construía nada, ni se daban prácticamente servicios. Los ciudadanos que habían quedado se fueron yendo también, pues llegó un momento en que no había ni para comer. Las casas abandonadas, los pastos sin ganado, las tierras sin cereales ni horticultura. Todo vacío. Incluso todos los miembros de nuestro partido habían ido abandonando paulatinamente aquel lugar y se habían ido a buscar trabajo a las localidades próximas o al mismo Madrid. El propio Agustinsson había desaparecido, y algunos infames lo tacharon de traidor. Dijeron incluso que se había ido quedando con gran parte del presupuesto municipal de los últimos años, y que se había ido a la Costa del Sol desde donde estaba preparando un pelotazo urbanístico en connivencia con algunos constructores de allí. Apuntaron incluso que iba a llenar nuestro pueblo de urbanizaciones de lujo cuando pasara toda esta tormenta que estábamos sufriendo. Eran unas acusaciones infundadas, porque total, el hecho de que a cada agricultor o ganadero que abandonaba sus tierras, y a cada propietario que dejaba sus casas se les obligara antes de marcharse a poner sus propiedades a nombre del partido, y concretamente a nombre de Agustinsson, eso no demostraba nada. Pues claro que lo poníamos a nombre del Maestro, quien nos había iluminado el camino, nos había enseñado la senda. ¿Quién si no él iba a ser más digno de confianza? Además, poco antes de desaparecer, como secretario que yo era del partido, me informó puntualmente de sus planes. Volvía a Noruega para conseguir reiniciar nuestro proyecto desde cero, enmendando los errores que se habían podido cometer.
La gente no ha parado de vociferar criticando el estado en que ha quedado el pueblo. Sí, de acuerdo que no es este el final que hubiéramos deseado, pero ¿no es acaso más importante la búsqueda de la libertad, de la identidad de nuestro pueblo, el logro de nuestros ideales, de nuestros sueños, que acaso unos cuantos bienes materiales? Nadie dijo que el camino iba a ser fácil, y bien predicamos que el sacrificio que se iba exigir a todos no iba a ser pequeño. Si ha habido que sacrificar riqueza, casa, tierras, familias, bienestar, calidad de vida, libertad, cultura, educación o lo que sea, todo ello es un pequeño precio que hay que pagar por conseguir nuestra meta. Por demostrar que somos noruegos.
Y termino como empecé. He querido escribir estas páginas, para que aquél que las lea comprenda lo que es el nacionalismo. A veces se habla y se critica sin conocer las razones, el sentimiento y las ilusiones que hay debajo de todo esto. Nuestro deseo de ser libres, y escoger ser lo que queramos ser, es absolutamente legítimo. Para que nadie decida por nosotros. Que nadie interfiera en nuestras vidas y en nuestros derechos. Que la soberana voluntad de nuestro pueblo es la única que cuenta para nosotros.
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